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8 de agosto de 2012

Juancito: poderoso el chiquitín

Juancito se cruzó en nuestro camino un sábado a la mañana. Él ya había visitado un par de veces la Prote porque tenía Toxoplasmosis, una enfermedad tratable y no necesariamente grave. Hasta entonces venía muy bien en las manos de Luis, uno de nuestros vetes,  y de Isi, la chica que lo cuidaba y lo alimentaba. Pero ese sábado, cuando Isi fue a darle de comer, lo encontró inmóvil y maltrecho. Cuando nos enteramos de esa situación, sin dudarlo un segundo, Eli, voluntaria matutina del salón de Gatitos, lo fue a buscar y Juancito dejó de ser paciente externo y callejero para ser un Gatito de la Sarmiento.

Cuando ingresó, su estado era bastante terrible y alarmante: no caminaba (sus patitas estaban duras como estacas) y no podía comer ni hacer sus necesidades solo, estaba postrado.

Durante un par de días se lo siguió tratando con la medicación que venía tomando desde antes de ingresar a la Prote, pero Barbie y Paola, voluntarias de Gatitos, con la intención y la necesidad de ayudarlo más, decidieron llevarlo a lo del Dr. Oviedo, especialista en traumatología.

Una vez allí, entre varios veterinarios y en una escena digna de Dr. House, trataron de determinar qué era lo que le estaba pasando a Juanchi y, después de algunas pruebas, decidieron cambiarle la medicación.

El panorama era oscuro pero hubieron buenas devoluciones, suficientes para tener esperanza aunque fuera poca, y abrazarnos fuertemente a ella. Había que tener paciencia, esperar y observar. Pero sobre todo había que trabajar en equipo para que Juancho tuviera toda la atención y todos los cuidados necesarios para que la esperanza fuera más que eso. Ese precioso gatito de mirada especial, como todos los animales, se merecía una oportunidad y todo nuestro esfuerzo para que eso sucediera.

Entonces... ¡manos a la obra!

La primera alegría, y esto les va a parecer raro, fue la primera vez que Juancito hizo caca. Maca y Jime, quienes estuvieron con él en ese momento, casi lloraron de la emoción (por poco no dejaron sorda a Barbie que estaba al teléfono junto con ellas en esta tarea dándoles consejos) y se lo comunicaron al grupo con una alegría difícil de describir con palabras. Habían estado un buen rato haciéndole masajitos en la panza y lo habían logrado.

Todos los avances que vinieron después, por más chiquitos que parecieran, se festejaron de la misma manera: como pequeños pero grandes triunfos a la vez. Porque cada cosita, aunque fuera un detalle, significaba un paso más hacia adelante y un hilo más de esperanza del que nos podíamos abrazar: él, sus tres tías postizas (Barbie, Pao y Eli), los voluntarios y su médico de cabecera, el Dr. Oviedo, que desde el minuto uno lo trató con todo el cariño del mundo.

Y con el tiempo, más alegrías no tardaron en llegar. En una de las visitas semanales a lo de su veterinario, Juancito mostró cierta mejoría: movía un poquito las patitas y reaccionaba a algunos estímulos. De hecho, intentaron sacarle tres radiografías y se movió tanto que todas salieron mal. Pero gracias a ese sorpresivo movimiento se descartó que tuviera la columna fracturada: otra alegría, más esperanza...

Así se siguió durante semanas, semanas que se acortaron al notar las ganas de vivir que tenía ese chiquitín tan gigante y luchador. Semanas en las que muchas personas se tomaron su tiempo y se interesaron en su bienestar y en su mejoría ayudándolo a comer, a tomar agua, a hacer sus necesidades, a mantenerse fuerte y de buen humor y a sentirse querido. Ellas fueron Roxana, Agus Vainilla, Maru Belen, Cho, Maca, Jime, Agos… y las tías de cabecera Pao, Barbie y Eli que no lo dejaban ni a sol ni sombra.

Todo siguió así hasta que una tarde fría de invierno, cuando el sol ya se había escondido, los pájaros buscaban sus nidos para descansar y en la Prote solo se escuchaban desde lejos algunos ladridos de los perros, la tía Paola se dispuso a cambiarle el pañal a Juancho antes de irse. Previamente lo había mimado, le había hablado, lo había llevado a la ventana para que tomara fresco y para que viera el sol, como hacían siempre junto a sus otras tías Barbie y Eli. La tarde estaba hecha, el deber cumplido, el amor entregado. Pero no era tan así para Juanchi que tenía una gran sorpresa para darle a Pao y a todos nosotros.

El pañal estaba abierto en el piso y Juanchi sobre él, y de repente, sin aviso previo, sin dar ninguna señal, sin redoblantes que sonaran para que esperáramos algo así.... Juancito se incorporó. Se quedó parado sobre su cuatro patitas, miró a su alrededor... ¡Y CAMINÓ! Sí señores, así como lo leen, nuestro gatito genial empezó a caminar y dio una recorrida por todo el cuartito que tenía asignado en la Prote especialmente para él. ¿Dije una recorrida? Dio más de una recorrida. Caminó, olfateó y miró tooodo el cuartito. Su caminar era torpe pero ya no estaba postrado y esa iba a ser la primera caminata de muchas, de tantas...

La felicidad y la emoción colmaron el alma de los voluntarios, de su veterinario y de todos los que se fueron enterando de la noticia. Ese gatito simpático y precioso había vuelto a la vida, había recuperado su cuerpito y había ganado una difícil batalla.

Con su fuerza, sus ganas de vivir y su buen humor (incluso en los momentos más duros), Juanchi nos dejó a la vista una gran enseñanza: ¡cuántas cosas se pueden lograr con amor, esfuerzo y ganas de vivir!

Si acá terminara la historia todos diríamos que tuvo un final re feliz. Pero lo mejor de todo es que acá no terminó y Juancito no solo dejó de estar inmóvil y postrado para volver a caminar, no solo fue sanando de a poco volviéndose hermoso y fuerte, no solo volvió a recibir amor y atención... Juancito, ahora llamado Olivier, con su fuerza, su valentía, su belleza y su simpatía que siempre conservó, se ganó el amor incondicional de su veterinario de cabecera, el Dr. Oviedo, que se enamoró de él la primera vez que lo vio y decidió adoptarlo. Y lo más emocionante de todo es que lo decidió antes de que Juancito terminara de recuperarse porque ya lo quería y nada iba a poder cambiar tan lindo y profundo sentimiento.

Después de esta gran historia, después de ver como este gatito volvió a la vida y encontró el verdadero amor, aprendimos muchas cosas.

¿Qué hubiera pasado con Juanchi si hubiera sido víctima de la indiferencia? ¿Qué hubiera pasado si nos quedábamos con la primera opinión y no buscábamos más alternativas para él? ¿Qué hubiera pasado si la desidia se hubiera apoderado de nosotros y hubiéramos preferido quedarnos en nuestras casas antes que luchar por él? ¿Qué hubiera pasado ni no nos hubiéramos abrazado a la esperanza? ¿Y si ni siquiera lo intentábamos?

Juanchi nos enseñó que siempre hay que intentarlo, que hay que ponerle buena cara y dulzura hasta a las situaciones más duras, que hay que tener esperanza, que pase lo que pase hay que conservar las ganas de vivir y que hay que esforzarse para conseguir resultados porque siempre vale la pena hacerlo.

Si no nos creen, relean la historia de este gigante que pasó de estar postrado a volver a caminar y a tener un papá humano que lo ama con locura.

La indiferencia mata, nunca dejemos de luchar por los que más lo necesitan. Y si estamos desesperanzados y sin pilas, busquemos fuerza en la mirada de los demás. Gracias Juanchi por habernos enseñado tanto y por habernos colmado el alma con tu fuerza.

Señoras, señores, niñas, niños, público joven… ¡JUANCITO, ahora OLIVIER, ADOPTADO! 

 Juancito el día que volvió a caminar 

 Juanchi con las tías Pao y Barbie

Juanchi (Olivier), ya adoptado en brazos de su papá

http://www.facebook.com/Gatitos.Sarmiento

3 comentarios:

  1. Bueno, bueno, bueno... qué más decir que lo que ya han dicho? lo han dicho todo. Qué hermosa lección y qué linda enseñanza. Un beso a todos.

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  2. que buena historia que hermoso final... gracias por tanto amor!!! un aplaso fuertisimo a todos los que ayudaron a Oliver ;)
    Silvina

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  3. Finalmente cual era el diagnostico de Juanchi?

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